El lenguaje jurídico tiene sus pros y sus contras desde el punto de vista de la labor de traducción. Si bien es cierto que suele tener una estructura similar y existen muchas fórmulas que se repiten, por otro lado hay que tener en cuenta que no hay mucho margen de maniobra para el traductor.
El lenguaje técnico suele requerir de mucha precisión, de manera que se debe conocer la terminología especializada o de lo contrario se perderá mucho tiempo en consultas de vocabulario.
Los textos de este ámbito suelen recurrir a discursos expositivos, de manera que lo que en apariencia puede ser fácil se convierte en una tarea que solo los profesionales con años de experiencia pueden hacerlo con acierto tanto en significado como en estilo.
¿Para que sirve un texto jurídico administrativo?
Esta clase de textos suelen servir para transmitir leyes o publicaciones de ámbito burocrático y/o administrativo. Por ello, sus construcciones a nivel sintáctico y morfológico tienen que seguir una serie de características para responder a las intenciones de los expertos.
Sin embargo, de igual manera, el cliente o la persona interesada debe saber qué quieren decir los contenidos, y con la misma perspectiva debe actuar el traductor para que el cliente o público meta sea consciente de lo que aparece en el documento y poder interpretarlo.
Si el original está muy elaborado y con un exceso de terminología técnica, la labor del traductor será valorar los pros y los contras de cada una de sus estrategias de traducción y decidir cuál es la mejor manera de actuar para conseguir un texto inteligible pero al mismo tiempo respetuoso con el original a todos los niveles.
¿Que estructura debe tener un texto jurídico administrativo?
Los textos jurídicos administrativos tienen una serie de objetivos que se deben cumplir, tanto en documentos originales como traducciones. Aunque no lo parece, su finalidad es comunicativa, ya que pretende establecer una serie de preceptos o leyes que el destinatario debe comprender.
Aunque esta tipología textual responde a ciertos patrones estructurales, la realidad es que el estándar puede variar de un texto a otro. Por ejemplo, si nos fijamos en los contratos, lo más habitual es que consten de:
- Premisas
- Disposiciones operativas
- Definiciones
- Representación y garantías
- Ley aplicable
- Cláusulas
- Firmas
- Fecha
Evidentemente, no se estructurarán de la misma manera los contratos que las leyes, los veredictos de un juzgado o un testamento. Sea como fuere, para gestionar esta clase de proyectos de traducción, lo más recomendable es contactar con una agencia especializada como la nuestra.
Asignar este tipo de encargos a personas que saben idiomas pero no están acostumbrados a gestionar textos jurídicos puede ser un fracaso total. Generalmente, los contenidos en este sector suelen corresponder informaciones sensibles y de gran relevancia, por lo que la experiencia a la hora de utilizar recursos y herramientas de traducción, así como los años manejando esta terminología es crucial para conseguir un texto de garantías y evitar problemas por un mal traslado del original a la lengua meta.